miércoles, 1 de febrero de 2012

Joaquin Molina


Y había llegado la hora en que la princesa debió mirar sus pies de barro, su olvidada conciencia en  plena fertilidad de cultivo en empatía de ecos, laxitud oportuna de reverdecer cutis en espasmódico violento aroma, en descarga de finitud milimétrica sobre poros famélicos, pestañas liberadas en abrazo lunar, llamarada polar indecisa, caminante de cristales rasgados.
SI EL HAMBRE RUGE, ALIMENTA TU EGO CON LOS JIRONES DE TU PROPIA EXISTENCIA.


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