Cientos de personas
pueblan mi cabeza.
No hablo de Freud,
no hablo de Gestalt,
no hablo de barbas,
hablo de pelito.
Sí, como leen,
cientos de pelitos.
Dispongo dos dedos
en forma de pinza,
tomo a pelito por la cabeza,
puntazo de alfiler,
y ya pelito esta en mi poder.
Lo observo:
una curvatura perfecta,
luminosidad propia,
finura en su cuerpo,
finura en sus gestos,
más que un caballero pelito;
que bello eres
bello bello pelito.
Lo estiro entre mis dedos
y vuelve a curvarse,
repito el procedimiento
pero el resultado es el mismo.
Pelito resiste,
y pelito me irrita.
Armas letales pongo en acción:
agua,
shampoo,
crema enjuague,
una planchita,
hasta cemento.
Nada da resultado,
increíble lo necio que es pelito,
fuerte en sus convicciones,
fuerte en su identidad de rulo.
Si la belleza es pecado,
ni les cuento la rebeldía.
Finalmente la dura decisión:
mandar a pelito a la hoguera.
Pelito se chamusca,
pelito cambia de nombre,
pelito es “chamusco”.
A cada acción,
una reacción,
y el pueblo se rebela por “chamusco”.
Deciden atacar donde más duele:
en la estética del tirano.
Todos se arrojan desde las alturas,
todos abandonan mi poblada cabeza,
su suelo resplandece…
Ahora soy calvo.
by Joaquin Molina Scaliter
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