I
Árida se pone la lengua,
áridos los pies,
y áridos los alaridos
carentes de la babosa
frescura infante.
II
Es la lengua montando un potrillo
son las castañuelas locas a mordiscones
es la baba en concurso de chapoteo
es la liturgia de la verba en red
son los altares que no llevan a ninguna parte.
III
Haciendo
buches con un manojo de tuercas correosas, dispuse mis pies apuntando hacia el
horizonte. La dulce caminata en el sopor del verano me retrotrajo a los
atardeceres grises, en los que enclavado en la decadencia de mi cuerpo
espantapájaros, veía revolotear los fantasmagóricos rostros que nunca serán.
Deshidratados los ídolos y convertidos en simple arenisca, percibo mientras me
desplazo, el amargo sabor de la libertad, que al tiempo que une mis pies a la
carroña, hace apetitoso a mis oídos el silencioso cegar de los párpados
lunares.
La calma se
conserva, mientras brille en las gargantas la tranquilidad rumiante de las
palabras.
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