Es una gigante boca, porque es gigante antes que boca. El verbo devora la boca, y la verba reposa feliz sobre la saliva inerme. La lengua el mástil, el oxígeno y el viento, soplan las fuerzas de miles de perras negras irreverentes mientras la potencia muscular llora deshidratada en rincones acartonados. El gigante de la verga bífida alimenta multitudes con una lluvia de esperma y extermina pequeños seres desapasionados que guardan sus tortugas en un estuche, duplicado del caparazón originario. Mi diapasón asesina cuerdas estridentes, se enferma verde como un horizonte musical, irrumpe en la germinación de lava volcánica, viaja cientos de metros bajo los pies, se entristece en gélidos conventos jugando a asesinar y resucitar a las monjas solemnes. No presenta síntomas de reposo, conectado a las mil por veinte remata con millones de voltios el ascetismo de los corderos degollados que balan a una luna de almendras y cielos de querubines rosas. Y las antítesis que devoran la escritura, agotan las energías vitales, el desajuste bifocal de aquel que vivió de ombligos celestiales, matiz palabra del infierno, agotadora lucha clasificatoria de espadas desafiladas y filiación perdida, genealogía de piezas perdidas, fruto arrebatado de un árbol descorazonado, enraizado a una tropa de glotones de hígados disecados y tejidos que se resquebrajan bajo un diluvio de gillettes rabiosas. Un bizquito se asoma, con esfuerzo, sobre el tapial, sus brazos tiemblan por el esfuerzo mientras vislumbra un universo de ojos sangrantes, gnomos ramplones que maquillan su bestialidad con saltos ornamentales gramaticales y barbijos que revisten el putrefacto revoltijo de dientes superpuestos. Argamasa, bolo, abulia, tubérculo, chancro, metadona, prurito adherido a los pensamientos, lago de pus ardiente, cremallera verdugo, ausculto gangrenas e imperceptibles murmullos delatan a la muerte fornicando células, cartílagos, médulas, gargantas que imploran perdón, liberación del yugo abismal del concéntrico abrazo negro.
by Joaquin Molina Scaliter
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