viernes, 16 de septiembre de 2011

Joaquin Molina Scaliter

Manifiesta jaqueca acoge discretas muñecas, mientras pasean por un jardín plagado de jazmines lechosos. La caja hueca crepita carnes sudadas y espasmos en sonrisas blancas, mientras la jaqueca acoge a las muñecas y arruina la encarnación de las blancas sombras que se esfuman. Toma el toro por las astas, mejor dicho: toma el control remoto. Busca una buena serie que refleje histeria foránea, con un toque hogareño y el resto de pelmazo en bermudas. Traga las papas grasosas y alegres, disfruta el brillo del papel-plástico-aceitoso. Observa como incrementa el tamaño de la protuberancia que exhala anhelos desde tu cráneo. Asiste al médico. Implórale que te recete un fármaco que quiebre el silencio: el ruido. Risas triturando apelmazada cotidianeidad, tiñendo de gris neón los rincones de la existencia, plumero biónico desempolva con potencia las polvorientas deudas. Renaces desdentado, amenazas capullitos con movimientos cósmicos de cadera flamante y pecho metálico. Simio furioso, sí, ahora lo eres, montado a una sierra mil caballos de potencia, destruyes desgreñados competidores que osan asomar viscosos filamentos sobre nuestras discretas muñecas caminantes. Apaga la sierra, enciende la radio, música soft aconseja la serie televisiva de la tarde, sí, tu lo eres papi, el elegido de la noche, el bulto prominente de la noche que reventó los pantalones y demostró la potencia sulfurando de músculos atolondrados. Observa que los minutos vuelan y que tus pantuflas te asfixian, la razón existencial que se desvanece al final de tu orgasmo barato. Sal de ahí, corre, informa al planeta entero que te han estafado, advierte para que a ellos nos los estafen, no, no compren cursilerías de la tarde, no levanten sus mástiles ante la sonrisa blanca y las nalgas duras de una bailarina del caño, oferta demudada en insatisfacción organizada camufla pequeñitas almas buscando alimento, al menos una uñita de la que aferrarse e idolatrar. Pero continuarás siendo un comemierda exultante, que gritará a los cuatro vientos que la libertad está a la vuelta de la esquina y que las oportunidades florecen con sólo apretar un botón. Que realmente vives la placentera adquisición barata de placentas artificiales, las virtuosas deidades abolladas, el rugiente bailarín paseando por tus venas, los libros de autoayuda a domicilio y la venerada orina de pterodáctilo que rejuvenece la próstata. No eres un muñeco desinflado, disfrutas del etéreo veranito que refresca los pies liberados de la soporífera actividad semanal, disfrutas la humedad alegre en la boca, el sol estallando en la barriga y la discreta muñeca que ya no camina, no es feliz y odia los jardines de jazmines lechosos.

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