Préstame la navaja que brilla bajo tu almohada. Añade tu pizca de sal a mi estofado de carne humana. Invoca gritando a la deformidad: siempre en mis designios estarás. A cambio del sentido, tu vida. Adoro los egocéntricos con cara de brasa: son los más útiles. Fervientes bombardeos de muerte ayudan a mi digestión de Dios alegre. Sonrían, los estoy filmando.
El atleta y las olas rompientes
Romper con el brazo de mi cara el espejo a patadas, y con los miles de rostros reflejados en los fragmentos diseccionar mis ojos formando una telaraña de baba espumosa. Rescatar de esa migraña de pirañas comiendo la sien, el bosquejo de miles de luciérnagas en cortocircuito. Es la sangre del jinete sin caballo, abajo en la cuesta y sin cabeza.
Jadean los perros durmientes, la carrera de un sueño de holgura, con la cadena atada al sol. Mientras que de la boca chorrean la hiel de las hormigas en cautiverio. Cautivos del suculento bosque de orgías, despertaron al mundo de ladridos.
Jadean los perros durmientes, la carrera de un sueño de holgura, con la cadena atada al sol. Mientras que de la boca chorrean la hiel de las hormigas en cautiverio. Cautivos del suculento bosque de orgías, despertaron al mundo de ladridos.
Nominado
Marca en una tela que simula a puntazos. Hueco desteñido en bragueta desdentada. El falo cremado en el eterno crujir de las especies. Ahora asoma el niño de dientes afilados, ansioso de roer tus pies de árbol afeitado.
Las fuerzas crepitan a patadas, tiembla el orden frívolo de los estantes. Crápula indecente, luego del ser detrás de las pupilas que paciente e imperceptiblemente clava tus pies a las puertas de la impúdica mirada.
Las fuerzas crepitan a patadas, tiembla el orden frívolo de los estantes. Crápula indecente, luego del ser detrás de las pupilas que paciente e imperceptiblemente clava tus pies a las puertas de la impúdica mirada.
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